jueves, 30 de abril de 2009

junto a Willaldea

Entre enero y abril de 2007 acompañé a WILLALDEA (centro cultural itinerante) en un tramo de su viaje-vida por Perú, específicamente en Pozuzo, una bellísima colonia de la selva central.
El proyecto de trabajo fue por la mano del PRODAPP (Proyecto de apoyo al desarrollo turístico y cultural de Pozuzo, Programa de la Unión Europea), y allí sumé a las actividades integrales de Willaldea talleres de teatro de títeres, escultura y land-art con niños, jóvenes y adultos.Durante esta convivencia tuve la oportunidad de seguir viviendo y aprendiendo de la potencia del encuentro y la mutua contaminación con Willaldea y sus aldeanos, a quienes tuve la fortuna de conocer allá por comienzos del 2002 (cuando la aldea estaba afincada en Cañuelas, zona rural de Buenos Aires, su raíz durante 20 años) y quienes me iniciaron en el vínculo humano como otra forma de arte...



... un viaje entre memoria y deseo...

... donde arriesgar al encuentro, soltarse vulnerable, dejarse trazar por experiencias y sentidos que se descubren y construyen a fuerza de asombro y no de certezas... son cosas de la vida, son cosas que nos dan vida, son cosas que saben nombrarnos de una manera única, que albergan la potencia de ese primer soplo, casi llanto, casi risa, que damos en ansiosa bocanada al nacer. Más ahora se trata de nacer a lo nuevo (no a la novedad), que es nada más y nada menos que el abrazo de memorias, de experiencias, de recorridos, de identidades, de diversidades, de luchas y sueños en mutua y franca contaminación; sin especulación, sin estrategias, sin técnicas, con escucha, con blanda percepción, blanda como el agua, fuerte como el agua, creativa como el agua, fecunda como el agua, y como el agua impredecible.sin dudas Pozuzo fue y es un lugar, una experiencia muy fecunda en el encuentro, una tierra donde descubrí sensibilidades, creatividad y percepciones que llevo trazadas en mí. Allí están mis vecinos, mis amigos, nuestros juegos, nuestros quehaceres, nuestros guiños, nuestros frutos y raíces, nuestros nombres... "cosas de la vida", como cuenta Eduardo Galeano, entregadas como una bienvenida y que son hoy también mi propia memoria. Gracias Pozuzo, gracias Willaldea , Yolanda, Guido, Coco y Tacuarina, gracias Juan, porque a fuerza de abrazo y de encuentro ampliaron mis raíces hacia el viento.
primeros tramos del viaje, en Villazón, Bolivia, junto a Ximena y Martiniano, hermosos viajeros, artesanos, que abrieron el primer encuentro


La Paz, tan dulce y tan áspera a la vez... mucho aprendí de este contraste

la diversidad de Perú danzando entre el susurro del desierto y el canto de la selva



primera foto en Pozuzo, el bondi viajero de Willaldea


la casita del río, junto a las chicas del taller de teatro, más Yolanda y Guido (las manos y el corazón de Willaldea hoy)



los amigos, frau maría egg y el títere de ella misma que hicimos para que cuente las memorias de su pueblo y la encantadora cocina de doña Eva.

paisajes pozucinos


el día que las entrañas de la tierra se sacudieron y derramaron sobre la colonia

taller de teatro de títeres y objetos

taller de land art y juegos escultoricos



"La lluvia presente una vez más, la lluvia es la madre de la selva, la lluvia que se suelta del cielo uniéndose a la incesante lluvia que transpiran plantas, árboles y lianas en los montes, y que delinean pequeñas vertientes musicales que se abren camino surcando ríos y cerros, abriendo canales como venas cristalinas, tallando el suelo y la piedra.
Escribo y llueve, es la estación húmeda y los ríos se llenan del barro que se desliza desde las regiones deforestadas para el pastoreo. Mis pensamientos también son lluvia, mi pensamientos también tienen un fondo barroso que intento no agitar, esperando se convierta en arcilla y mis sentimientos puedan modelar con ella algo más que una idea. Pienso y llueve, llueve y siento.
La lluvia empequeñece nuestros cuerpos, los intimida, los “intimiza”, quedamos contraídos, en pausa o aletargados, pequeños movimientos, simples intenciones, pocos propósitos, deseos en calma… pero al mismo tiempo algo se amplia en la lluvia, algo nuestro se aliviana y expande, se suelta y en su vulnerabilidad conquista el espacio alrededor, conquista el tiempo, porque el tiempo también es lluvia, porque somos lluvia.
Sé que en estos días de encuentro con este lugar y su gente no fui aún capaz de generar algo tan simple y potente como esta lluvia, tan ligero, flexible y creador, capaz de espejar el entorno, entrar en él sin perder su identidad y aún así ser también otra, ser el otro.
Del otro lado de la ventana observo a un hombre vestido con capa azul trabajar en el jardín, cortando malezas, podando las plantas. La lluvia lo cubre y cada una de sus acciones son en esa verticalidad constante, un soltar, sus cuidados, su saber, ¿sus pensamientos? ¿su sentir?... Detrás de él una densa nube, ligera como mariposa cruza la calle, desapareciendo la cima del cerro.Ahora la lluvia se afina, agujitas de húmeda luz, casi imperceptibles, ya no se la puede escuchar salvo por el agua demorada que cae por los desagotes de las casas vecinas. Ahora la lluvia desaparece sin retirarse, actúa sin actuar.
En un árbol de florcitas rosas se posa un tocu y comienza a limpiar sus plumas brillantes. El tocu (como lo llaman en la selva boliviana) es un gran pájaro pardo que tiene la particularidad de imitar el canto de otras aves, incluso demás sonidos del entorno. En esa capacidad de habitar su canto con el canto del espacio está su mayor belleza. Pero hay algo más, sus nidos son hamacas tejidas, con forma de gota que se columpian en el viento. Y no sólo su nido, el sonido "típico" del tocu es muy similar a una gran gota cayendo en un pozo de agua. Adentro y afuera del tocu llueve, digo adentro y digo afuera y me río. " (diario de viaje, 14 Mar 2007)